Niños de Chernóbil en Cuba: hermandad y amor desinteresado
  • Ernesto Fontán
  • 01 Sep 2021

La epopeya de los niños de Chernóbil en Cuba es ejemplo de hermandad y amor desinteresado

Las herencias familiares que elegimos recorrer como propias, pueden conducir a horizontes impensados y sorprendentes. Ernesto Fontan, director de “Tarará”, relata su viaje por los caminos cruzados del cine, la historia y la política.

Nací en el seno de una familia apasionada por la política y la justicia social, con sólo decir que mi nombre es en homenaje a Ernesto “Che” Guevara alcanzaría para dar una idea del perfil ideológico. Mi infancia transcurrió rodeada por una atmósfera de esperanza que se respiraba a fines de la sangrienta dictadura militar argentina. Nunca supe muy bien cómo fue que teniendo padres profesionales de la salud en aquellos años me interesé tanto por el mundo audiovisual y los medios de comunicación, pero ya de muy chico tuve definida mi vocación.

Toda mi vida transcurrió atravesada por estas dos temáticas: la política y la audiovisual. Me recibo de Licenciado en Audiovisión y comienzo a trabajar en productoras de cine y televisión. De adulto me sumo a una organización llamada Espacio de la Fraternidad Argentino Cubana (EFAC) donde se trabaja en pos de la solidaridad entre los pueblos a través de la cultura. En este espacio me dedico a realizar todas las piezas comunicacionales y audiovisuales para difundir estos valores.

«Tarará» (2021)

En octubre de 2018 aprovechando que el trovador cubano Silvio Rodríguez venía de gira a la Argentina, lo invitamos a participar de un concierto gratuito en nuestra ciudad natal de Avellaneda, Buenos Aires. Vivimos una noche emotiva e inolvidable a la que asistieron más de 100.000 personas. Durante el recital me dediqué a registrar todo con mi cámara junto a Bruno Scarponi, quien luego fuera el Director de Fotografía de Tarará, y con mi pareja Tatiana Nemecek, quien fuera más tarde la Productora Ejecutiva de la película. Terminado el recital realicé la edición del resumen de la jornada en formato mediometraje documental. Para esos momentos la Presidenta del EFAC, Paola Gallo Peláez, nos propone la idea de realizar un proyecto aún más ambicioso: un largometraje en Cuba.

«Tarará» (2021)

La idea original era grabar algunas historias que tuvieran que ver con la larga tradición internacionalista de Cuba para con otros pueblos, aprovechando que estábamos a dos meses del 1 de enero de 2019 y ese día se cumplía el 60 aniversario de la revolución cubana. Visto a la distancia resulta casi imposible planificar en dos meses una película en otro país y sólo con 3 integrantes en toda la organización con un perfil técnico audiovisual (Tatiana, Bruno y yo). Fue así que en esos intensos dos meses de preproducción logramos armar un guion, una carpeta de presentación para presentar el proyecto al INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales de Argentina), conseguir los entrevistados en Cuba, las visas, los recursos técnicos, materiales y monetarios, los pasajes, la logística de traslados dentro de Cuba, y hasta formamos un equipo de 8 personas que pudieran viajar en las fechas planificadas.

Un primer equipo partiría unos días antes de fin de año y luego con mi compañera Tatiana llegaríamos el 31 de diciembre a la Habana, un día antes del acto oficial que se realizaría en esa ciudad.

«Tarará» (2021)

Dada la dificultad en las comunicaciones desde Argentina a Cuba y con la poca información oficial que se manejaba en esos días, un día antes de subir al avión nos enteramos que el acto oficial por el 60 aniversario de la revolución no se haría en La Habana sino en Santiago de Cuba, al otro extremo de la isla. El 31 de diciembre llegamos a Cuba y al día siguiente sería el acto que teníamos que grabar. Sin posibilidad de conseguir 8 pasajes en avión para Santiago de Cuba, decidimos rentar una camioneta que sería piloteada por nuestro lugarteniente y un poco ángel guardián durante todo el rodaje. Con Alberto, el noveno integrante, emprendimos viaje a esa maravillosa aventura que fue recorrer las rutas cubanas de punta a punta. Fueron 15 largas horas de viaje, interrumpidas sólo para brindar por el año nuevo en el medio del viaje y bajo el cielo estrellado del caribe. Contra todo pronóstico llegamos, cansados pero felices por la tarea cumplida, al primer día de rodaje en esa calurosa ciudad del oriente. Terminadas las primeras jornadas emprendimos la vuelta a La Habana, pasando primero por Santa Clara en donde registramos unas hermosas entrevistas e imágenes de la tierra en donde descansan los restos del Che Guevara.

«Tarará» (2021)

Llegados a la capital del país mientras realizábamos uno de los tantos viajes del rodaje, llamo desde el celular prestado por nuestro amigo Atilio Borón al Centro de Estudios Che Guevara. El fin: intentar concertar una entrevista con alguno de los hijos del Che. Para mi sorpresa una voz masculina me contesta: “por supuesto, te habla Camilo, pero pasen mañana que está mi hermana Aleida, y ella suele dar las entrevistas”. Nunca imaginé que iba a ser tan fácil arreglar una cita. Modificamos la agenda del día siguiente y nos fuimos allí. Fue de las entrevistas más emotivas y divertida de todas, repleta de anécdotas. Otra de las jornadas cargadas de emoción fue el día que entrevistamos a Vladimir, uno de esos niños afectados por el accidente nuclear de Chernóbil, que hoy es un adulto viviendo en Cuba. Las historias que nos contó nos hicieron llorar a todos detrás de cámara. Por último, la tarde que pasamos junto a mi admirado poeta Roberto Fernández Retamar. Enriquecedora en todos los aspectos: por lo que representa y por las bellas historias que nos contó. Esta fue una de sus últimas entrevistas, a los pocos meses lamentablemente falleció. Pero nos dejó un material muy interesante que no pudimos incluir en su totalidad en la película pero que seguramente en algún momento lo podremos compartir.

«Tarará» (2021)

Este primer viaje fue de aproximadamente 20 días, todos intensos y emotivos. Muchos integrantes del equipo nos conocimos en pleno rodaje, conviviendo y afianzando un vínculo muy fuerte que nació por esos días ajetreados del caribe. Hasta adoptamos un gatito que nos acompañó varios días, agrandando el equipo. Sin dudas nuestro mayor obstáculo fue el tiempo casi ínfimo de preproducción y rodaje. Fue muy agotador, pero lo fue en igual medida que emotivo.

A los 3 meses de este primer viaje vuelvo a Cuba solo, porque Silvio Rodríguez accedió a darnos una nota en esa fecha. Durante el primer viaje no lo pudimos entrevistar porque estaba de gira por otros países, por lo que aproveché esta oportunidad para grabarlo y coordinar nuevas entrevistas con otros protagonistas del documental: Ignacio Ramonet, a otro de los jóvenes ucranianos y a una traductora de Tarará.

Detrás de escenas de «Tarará» (2021)

Nací en el seno de una familia apasionada por la política y la justicia social, con sólo decir que mi nombre es en homenaje a Ernesto “Che” Guevara alcanzaría para dar una idea del perfil ideológico. Mi infancia transcurrió rodeada por una atmósfera de esperanza que se respiraba a fines de la sangrienta dictadura militar argentina. Nunca supe muy bien cómo fue que teniendo padres profesionales de la salud en aquellos años me interesé tanto por el mundo audiovisual y los medios de comunicación, pero ya de muy chico tuve definida mi vocación.

Con todo ese material comencé la etapa de postproducción, la que más disfruto, porque casi toda mi carrera profesional se desarrolló en las salas de montaje. Es allí donde se termina de escribir ese primer guion que se bocetó para el rodaje. Hemos registrado muchísimas entrevistas, todas muy interesantes y profundas. Estos testimonios me dieron una gran variedad de posibilidades en el momento del montaje para estructurar el relato que quería contar, aunque también me presentaron una difícil decisión.

Llegó un momento en que tenía un corte casi definitivo de una hora y media pero notaba que quería abarcar mucho desde la narrativa pero la historia principal se diluía junto con el mensaje. Fue muy importante en ese momento el aporte de Juan Pablo Di Bitonto, coproductor de la película y con quien ya habíamos trabajado juntos como editores en la productora Cuatro Cabezas. Al estar en pleno inicio de la pandemia, tuvimos que trabajar visualizando el corte vía Zoom, enviándonos documentos de Excel en donde nos marcábamos y sugeríamos los bloques que podíamos sacar, agregar, mover, etc. Así fue que tuve que tomar la siempre dolorosa decisión de eliminar lo que haya que eliminar para que el relato principal tenga el desarrollo e importancia buscada.

«Tarará» (2021)

Esta historia de los niños de Chernóbil en Cuba fue tan impactante, no solo por lo titánico del programa para atender, cuidar y educar a más de 26.000 niños, sino porque toda esa ayuda se inició en los años 90 cuando estaba comenzando lo que luego se conocería como “Periodo Especial”. Etapa marcada por la disolución de la URSS, en donde Estados Unidos aprovecha para endurecer aún más el Bloqueo económico y financiero a Cuba, dejando al país en un gran crisis económica y social sin precedentes hasta ese momento. Esas características históricas hicieron que tomemos esta epopeya como ejemplo de hermandad y amor desinteresado para desarrollarla en el relato.

«Tarará» (2021)

Soy amante del género documental que deja un mensaje, y es algo que me pasa con todas las manifestaciones del arte, donde se comunica un hecho histórico y a la vez se aprende algo. Cuba siempre me pareció muy interesante en cuanto a su historia compleja y cercana. De niño ya veía documentales en VHS que tenía mi padre sobre la revolución cubana y esto fue gracias al impresionante trabajo de registro documental que nos dejó como legado el gran Santiago Álvarez con sus Noticieros ICAIC del Instituto Cubano de Arte e Industrias Cinematográficas.

Registrar una historia de esta envergadura con una mirada lo más objetiva posible, respetando la verdad histórica fue un desafío maravilloso que me propuse, y en donde pude confluir mis dos grandes pasiones: la política y la realización audiovisual.

 

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