- 18 Jun 2021
Buscando a Blackie, crónica de un documental al rescate
¿Quién fue Paloma Efron y cómo pudimos olvidarnos de ella? Alberto Ponce, director del documental “Blackie: una vida en blanco y negro” relata en primera persona el hallazgo de una historia inigualable y los secretos para recrear la voz de Blackie en la gran pantalla.
A mediados de 1930, una muchacha morena de voz ronca y profunda aparece en la radio porteña Stentor y gana un concurso musical de Jabón Federal. Interpreta Negro Spirituals: un ritmo totalmente desconocido en la Argentina por esa época. Los directivos de la radio creen que Paloma Efron no es un nombre muy comercial y organizan un nuevo concurso para elegir un sobrenombre. Los finalistas son “Black baby” y “Blackie”. Así de extraña, arriesgada y popular, es la vida de Paloma, Blackie, la negrita blanca.
A ella le gustaba definirse a sí misma como un bicho raro. Judía, hija de un patriarca de la colectividad judía, oriunda de Entre Ríos, cultora de una música foránea y del trabajo como adicción, poseía una sólida formación musical y artística. Una mujer sin prejuicios frente a lo creativo y a la novedad, que aseguraba siempre que lo popular y lo culto no eran opuestos, y que una buena porción de cada uno provocaba la emoción, la alegría y la reflexión necesarias para estimular la inteligencia.
Con esta información y al constatar que nadie en Argentina menor de 30 años sabía quién era Blackie, es que comenzó la idea de hacer un documental sobre su vida. Esto implicaba desde la idea misma, que la película tendría un carácter didáctico (para contarle a la mayor cantidad de gente posible quién fue esta mujer increíble) y que, si bien se inscribía dentro del género de documentales “de montaje/archivo”, intentaríamos activamente crear una estética propia a la película. O sea, no descansar en el archivo y en las “cabezas parlantes”, sino jugar con las herramientas estéticas y narrativas que nos daba el cine.
A lo largo de su carrera en los medios, Blackie supo convertirse en una cronista de su época, narrando en primera persona su encuentro con algunas de las personalidades más destacadas de la cultura popular o de elite del siglo XX, practicando el arte (hoy casi perdido) de la conversación. Blackie se sentaba a conversar con sus entrevistados, como si el tiempo se detuviera y se desplegara hacia el pasado.
En todas las versiones de guión que se hicieron, incluso la que fue a rodaje y hasta en los primeros armados de montaje, desde el inicio de la película, Blackie comenzaba a contarnos su vida con voz en off, sin más explicaciones ni por qué. Sentíamos que algo no funcionaba narrativamente pero no sabíamos qué y mucho menos, cómo solucionarlo.
No fue hasta que la vio el guionista y director Diego Sabanés cuando entendimos el error que habíamos cometido: él nos preguntó ¿a quién le está contando esto? ¿en qué momento de su vida sucedía esto? ¿dónde sucede esto?
Así fue como se le ocurrió la idea de una ficción, donde un joven periodista se acerca a Blackie en el final de su vida para que le cuente cómo llegó a convertirse en pionera de la televisión, después de haber atravesado tantas profesiones vinculadas a la cultura. La larga conversación, ahora sí, se transformaba en una narración en off que permite revisar la historia del país y su cultura, a partir de los medios en los que Blackie trabajó: las orquestas de jazz de los años 30, el teatro popular, el cine comercial, la televisión en sus orígenes, la radio…
A partir de la recreación ficcionalizada con actores, el relato ubica a Blackie en el rol opuesto: ella pasa a ser la entrevistada y el entrevistador es este joven periodista principiante que intenta conocerla, profundizar en su vida, pero a la vez descubrirle algunos de sus engaños o pequeñas mentiras. Esto no sólo habilita la evocación, sino que permite cierto juego de maestra-discípulo entre los dos personajes.
Pero todo este artilugio narrativo no funcionaría de la misma manera sin el aporte inconmensurable de Dora Baret al hacer la voz de Blackie. La sutileza de las entonaciones, la maravilla del trabajo del sentido profundo de los textos y la calidez con la que se brindó a este proyecto tan pequeño, hacen de ella lo que todos sabemos que es: una verdadera estrella.
Igualmente importante fueron las actuaciones de Sófía Eckerdt (Blackie niña), Macarena Ronnow (Blackie joven), Graciela Mannucci (Blackie adulta) y Nicolás Gil Lavedra (el periodista joven), que le “pusieron el cuerpo” a la película.
Para estas partes de ficción, de recreaciones o de entrevistas, fue fundamental el maravilloso trabajo que hizo Fernando Marticorena (ADF) en la fotografía y cámara y que continúa el excelente trabajo que había hecho un año antes Guillermo “Gurí” Saposnik (ADF) para las escenas de la infancia en Entre Ríos. A este trabajo con la luz, se sumó el detallado trabajo de Dirección de Arte que realizó Carla Muzykantski. Ya en la post producción, fueron fundamentales los aportes de la música de Pablo Polidoro (logrando una increíble unidad estética a pesar de la inmensa cantidad de ritmos utilizados) y de Vanina Cantó Soler (EDA) con su sensibilidad para organizar el relato.
Sería muy injusto no mencionar al resto del equipo, que aportaron su talento y compromiso en todas las áreas. Miranda de Sa Souza en producción, Lucía Horvath y Alejandra Waigandt en la investigación y el archivo, Andrés Marks en el sonido directo, Leandro de Loredo y su equipo de Tres Sonido en el diseño sonoro y la mezcla, la gente de La Sociedad Post en la corrección de color y el VFX y Matías Riccardi el todoterreno que estuvo desde la asistencia general hasta la segunda unidad de cámara.
A mediados de 1954 el canal 7 le ofrece a Blackie ser la directora artística (¿la primera mujer en el mundo en ocupar un puesto como éste?), a pesar de estar catalogada como “gorila”. Sólo tiene 42 años. Es mujer. Para disipar dudas y temores y ganarse su lugar en ese ambiente lleno de hombres, lo primero que dice al entrar al estudio de televisión es: “aquí hace un calor de cagarse”.
Su talento e intuición pasan luego a los canales que van surgiendo, el 13, el 11 y el 9. Crea programas que siguen copiando sus imitadores hasta hoy. Concibe “Prensa Visual” el primer programa político de la televisión argentina, “Odol pregunta”, los teleteatros (precedentes de la telenovela), “La mujer”, “Derecho a Réplica”, “Volver a Vivir”, produce figuras tan dispares como Tato Bores, Martín Karadagián y Roberto Galán.
Su pasión se traslada a la radio, donde crea un estilo espontáneo, de charla cómoda y franca. Se la escucha en Belgrano, Continental, Splendid. “Diálogos con Blackie”, se convierte en una de sus creaciones más populares y en 1974 gana varios Martín Fierro.
Ella repite siempre, seca y tajante: “Los hombres ven a la mujer profesional como un bicho raro. Para ganar esa batalla jamás utilicé la seducción, sino la antítesis de eso. Les gané demostrando el dominio de mi profesión. Las que usan la seducción para lograr algo no son mujeres”.
Hay una placa que recuerda a Blackie en una plazoleta en Lavalle y Cerrito. Hay otra placa en la pared del edificio donde fue su última morada, en Av. Santa Fe y Laprida. Su retrato cuelga en el Salón de las Mujeres del Bicentenario de la Casa Rosada. Sin embargo, muchos no saben quién es.
El propósito de este documental es darle voz e imagen para que ella nos cuente su vida con la intensidad con la que vivió y lo vigente de sus propuestas, con el sentimiento del Negro Spiritual y el frenesí de esas décadas apasionantes del siglo pasado en la cultura argentina.
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