- 28 Jun 2021
Deambulando entre la casualidad y la causalidad, “Mika, mi guerra de España”
Una obra cinematográfica que debía ser contada, encuentra su mejor forma en el fuego cruzado entre mezquindad, azar y solidaridad. Fito Pochat, director del documental junto con Javier Olivera, relata cada uno de los sucesos encadenados que hicieron posible la película.
¿Por dónde empezar a contar esta historia? La imposibilidad de abarcarla en su totalidad me lleva a un relato parcial, arbitrario y probablemente injusto en su elección. Es que la historia de Mika Feldman e Hipólito Etchebehere, la vida de esta pareja de militantes izquierdistas condensa de una manera asombrosa la historia de la primera mitad del siglo XX: desde su participación en la Semana trágica en Buenos Aires a las huelgas de la Patagonia, del Berlín previo al ascenso de Hitler al París del Frente Popular y de allí a tomar un lugar en el frente en la guerra civil española, su pasión los lleva a seguir el curso de la revolución por donde quiera que pase.
La vida de Mika, los invito a que la descubran en la película y en el libro que ella escribió. Contaré aquí cómo llega a mis manos esta historia y de allí, la aventura personal que significó hacer esta película.
No recuerdo bien, pero debía ser al año 2009. Lo cierto es que yo estaba terminando mi primera película. Me encuentro a tomar un café con una prima a la que no había visto desde que éramos chicos. Paula, actriz y bailarina, me convocó para contarme la historia de esta militante y me entrega un viejo ejemplar de Mi guerra de España, libro en el que Mika relata sus memorias sobre la guerra civil española. El propósito de Paula era hacer una película de ficción sobre la vida de Mika. Soñamos juntos con esa posibilidad, pero en cuanto supe que Hipólito era el hermano menor de mi abuelo, quise saber todo. Cómo se habían conocido, cuál había sido su formación política, qué los llevó a la Patagonia inhóspita de aquellos años y cómo terminaron en Europa en busca de la revolución. Pero además, quise saber por qué esta increíble historia había sido ocultada en nuestra familia durante tanto tiempo. Así nació la pulsión y el deseo de hacer un documental que al tiempo que relataba la historia de Mika e Hipólito, fuera descubriendo esa búsqueda en la historia familiar.
Por esas cosas que deambulan entre la casualidad y la causalidad, en esos tiempos conocí a Javier Olivera. Javier, director de cine también, es primo segundo mío y nieto de Alberto Etchebehere, otro hermano de Hipólito y de mi abuelo Arnold. Al cabo de una larga tarde de mates y relatos interminables, le propuse que se sumara al proyecto. Sin habernos visto nunca antes, promediando ambos los 40 años, nos encontramos sumergidos en la aventura de indagar sobre nuestros ancestros y dirigir juntos una película.
Al poco tiempo aparece un nuevo miembro de la familia con un fuerte vínculo con esta historia. El tío Bochi, hermano de mi madre, era el único familiar vivo que había conocido a Mika. Exiliado en Madrid desde 1976 por su pertenencia al Partido Comunista, había establecido un vínculo con Mika, quien en esos tiempos vivía en París. Durante más de 20 años los unió no solo el apellido Etchebehere, sino una fuerte comunidad de ideas. El tío Bochi se convirtió entonces en un potencial personaje para llevar adelante el relato de nuestra película. Familiar directo de Hipólito y Mika, conocedor profundo de sus pensamientos e ideas, admirador de la pareja, devino en una suerte de custodio de la memoria de nuestros protagonistas. Apenas supimos de la visita de Bochi a Buenos Aires, fuimos a su encuentro.
Medido en sus reacciones, rápidamente notamos que, si bien le atraía muchísimo la idea de rescatar la historia de sus tíos revolucionarios, no estaba dispuesto a poner en riesgo su memoria entregándosela a quien no lo mereciera. Las capacidades como cineastas que pudiésemos esgrimir (que tampoco eran muchas) carecían de relevancia frente a la desconfianza sobre nuestras posturas ideológicas. Nuestra condición de familiares tampoco nos aportaba ninguna ventaja. Por el contrario, el ser “hijos de” nos colocaba en un lugar de mayor escrutinio. Javier es hijo del reconocido cineasta Héctor Olivera, que aunque dirigió algunas de las películas políticas argentinas más importantes, como “La Patagonia rebelde” y “La noche de los lápices”, su condición de productor exitoso lo colocaba en una posición de burgués ideológicamente sospechoso.
En mi caso, ser hijo de Susana, la hermana menor de Bochi, dejaba poco espacio para la duda. Mi madre, de fuerte pensamiento conservador, se había enfrentando siempre a las ideas de él. Se habían peleado de manera irreconciliable. La sentencia aparecía como inapelable. Los hijos de aquellos burgueses de derecha no podrían hacer justicia con esta historia. Cuando todo parecía desmoronarse, sucedió algo que cambiaría esta historia. Mi primera película, “Un tren a Pampa Blanca”, que propone una mirada sobre un pueblo del norte argentino y la eterna postergación que sufren sus habitantes, se estrenaba en Madrid. Yo no pude viajar para la proyección, pero invité a Bochi, quien asistió con familia y amigos. A partir de aquel día, nuestro tío inició un acercamiento que pronto se convirtió en fuerte entusiasmo para que avanzáramos con la realización de la película. Con el tiempo, me hizo saber que mi película lo conmovió de tal manera, que me hizo merecedor de su confianza.
Avanzamos entonces en la construcción del documental, con tres ejes principales en la estructura del relato. Un viaje con el tío Bochi repitiendo el recorrido que habían hecho Hipólito y Mika en busca de la revolución nos llevó por Buenos Aires, la Patagonia, París, Berlín y Madrid. La segunda línea la construimos con los textos del libro de la propia Mika. La voz de Cristina Banegas fue una gran elección. Con su talento supo darle la fuerza y la convicción que buscábamos. Por último el tercer eje era el material de archivo. Aquí la búsqueda nos llevó por distintos caminos, con infinitas dificultades, pero por un derrotero que al final siempre se resolvía de manera milagrosa. Como si alguna fuerza extraña nos ayudara a alcanzar lo que buscábamos, pero sobre todo, lo que la película necesitaba. Para las imágenes de la guerra civil acudimos al archivo de la CNT. Bochi tenía muy poco material sobre Mika, y nada de Hipólito. Alguna foto y un video de una entrevista inédita que la TVE le hizo en los 80 con unas pocas definiciones de Mika, ya que la conversación se interrumpe abruptamente. Nos enteramos que el CEDINCI (el principal archivo de la izquierda en Argentina) contaba con un importante material cedido por una pareja de amigos parisinos de Mika, y que su titular, Horacio Tarcus, estaba trabajando en un libro sobre la pareja y otros militantes de la época. Acudimos a él, pudimos ver y constatar efectivamente su importancia, pero increíblemente en un acto de mezquindad intelectual y personal incomprensible, Tarcus nos negó abiertamente el acceso, aduciendo que primero lo usaría él para su proyecto que finalmente nunca llevó a cabo. Un tiempo después, nos sorprendimos cuando en París entrevistamos a Guy y Ded, aquella pareja amiga de Mika, quienes nos entregaron sin ningún reparo, varias cajas llenas de fotos, cartas y documentos, que constituían el completo archivo personal de Mika que hoy puede verse en la película.
Por último, estando yo en Madrid presentando mi película del tren, supe que se proyectaba un documental sobre Cipriano Mera, anarquista obrero que lideró tropas en defensa de la República, y dónde aparentemente aparecía una intervención de Mika. Acudo a la proyección y efectivamente, en una parte donde se relata que Cipriano rescata a Mika de una segura ejecución estando presa, veo un pequeño fragmento de una entrevista en francés y en blanco y negro. Ese fragmento evidenciaba la existencia de una entrevista completa, realizada en París y probablemente en la década del 70 a raíz de la publicación de su libro. Comienza allí una búsqueda frenética por los canales de TV y archivos de Francia, sin éxito alguno.
Pasan los meses, terminamos el rodaje y comenzamos el montaje contando con los relatos de Bochi, el archivo personal de Mika y los textos del libro en la voz de Cristina Banegas. Construimos con el trabajo y el talento de Lucas Scavino en la edición una primera versión de la película. Contentos y emocionados por haber llegado hasta allí luego de varios años de trabajo, recibo un llamado de mi amiga italiana Claudia, quien llevaba meses detrás de una pista sobre la entrevista de Mika. ¡Había encontrado finalmente el archivo! Insólitamente estaba en Italia, ya que el entrevistador había sido un viejo partisano admirador de Mika.
Recibimos el disco con la entrevista completa. Cerca de una hora de Mika contando ella misma toda su historia. Con la película casi terminada, nos encontramos con este material fundamental. Todos los recursos que habíamos utilizado para contar la historia, ahora debían subordinarse a esta entrevista. Luego de un primer intento de intercalarla sobre el montaje ya realizado, asumimos que debíamos volver a empezar de cero. Era tan fuerte ver a la propia Mika en primer plano relatando su vida, que volvimos a montar la película.
Finalmente, la búsqueda sobre nuestra historia familiar, los vínculos, los silencios, las disputas, no forman parte de la película, pero fueron parte del proceso personal que hicimos para llegar a contar la historia de Mika e Hipólito, contagiados por su compromiso con los ideales que abrazaron tempranamente, y que no abandonaron a lo largo de su vida.
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