Conversación en Panamá - Leonardo Valencia
  • Leonardo Valencia
  • 08 Jul 2021

Conversación en Panamá

La película estreno de Javier Izquierdo “Panamá”, motiva al escritor ecuatoriano Leonardo Valencia a reflexionar sobre el arte de la conversación; lo que expresa una escena dialogada –literaria, teatral o cinematográfica– más allá de las palabras.

Un tópico habitual en la lectura de novelas consiste en saltar las descripciones y pasar directamente a los diálogos. Las descripciones, consideradas aburridas porque la acción se detiene para dar información de rasgos, perspectivas o detalles, parecen prescindibles y todavía más si son demasiado largas. Quizá se piensa así porque se supone que los hechos se ponen de manifiesto con lo que dicen y revelan los personajes. No habría que ir demasiado lejos para darse cuenta de que no siempre es así. Más de uno habrá pensado en “Esperando a Godot” de Beckett, en el teatro, y en el cine en “El año pasado en Marienbad” de Alain Resnais, donde los diálogos son lo que menos permite entender lo que ocurre. Hay casos en los que las descripciones, los paisajes y escenarios son los más reveladores respecto a los personajes, y aquí uno podría pensar en varias películas de Antonioni o Sokurov, donde el diálogo es mínimo y el paisaje o la atmósfera, en cambio, son decisivos para comprender a los personajes. Y en literatura, solo tener presente las descripciones de “Meridiano de sangre”, la magistral novela de Cormac McCarthy, implicaría verla muy por encima de lo que dicen sus personajes.

«Panamá» (2019)

También estamos abocados, en estos tiempos vociferantes, al absurdo conversacional donde se habla demasiado y no se dice nada, resignados a un mundo en el que parece imposible comunicarse. Quizá se dan por supuestas demasiadas evidencias en lo que se cuenta en el diálogo y se detiene menos la mirada (o el oído) en quienes dialogan. Esto es lo que me llama la atención en la última película del cineasta ecuatoriano Javier Izquierdo, Panamá, articulada como una conversación entre dos amigos que se encuentran casualmente en Panamá, luego de no verse durante varios años, y que en una larga noche recuperan sus vidas contándoselas mutuamente. Uno de ellos, Jorge Alejandro Fegan, en el papel de José, es un supuesto periodista que vive en Centroamérica, pero que oculta algo que gradualmente irá descubriendo su amigo, Esteban, representado por el actor Diego Coral, ambos con unas actuaciones que, en su discreción y sencillez, son ejemplares por la precisa y convincente caracterización y por no incurrir en el exceso de histrionismo y de mutismo de la actuación cinematografía ecuatoriana.

«Panamá» (2019)

Esteban tiene una vida previsible de joven banquero, con una faceta oculta, pero él mismo se encargará de contársela al detalle a su amigo José. Se la cuenta, como es evidente, a manera de alarde machista, pero que se revela profundamente atormentado por la inautenticidad. A pesar de su origen humilde, y gracias al esfuerzo de su madre pudo asistir al colegio que le abrió a una vida social de oportunidades, gracias a las que tiene éxito laboral y económico, pero también porque está casado con la hija del director del banco en el que trabaja. A manera de paradoja, José viene de familia con recursos y prestigio –su padre es ministro del gobierno de turno– pero en la búsqueda de una vida propia se desenvuelve en lo marginal y clandestino, y también con una profunda infelicidad. Obviamente, la película revelará un giro sutil al final. Sin embargo, lo mejor arranca desde el principio y diría que importa poco ese giro final, que tiene que ver con el tema político de uno de los personajes y un movimiento subversivo ecuatoriano. No, no va por ahí lo mejor de esta película. Incluso diría que lo mejor no es la representación del subversivo real, sino el personaje fanfarrón absolutamente imaginario. En realidad, lo es el arte de la conversación, la caracterización lograda de los dos personajes y una plasticidad ejemplar para sostener con precisos movimientos de cámara y encuadres un largometraje volcado a la conversación de dos personajes. Porque ya no es solamente lo que dicen, sino la gestualidad, los silencios, las miradas elusivas o enfáticas, a veces correspondientes a lo que dicen o disonantes frente a lo dicho. También lo es el deseo de anticiparse a responder o reprimir lo que el otro sugiere, pide o indica.

«Panamá» (2019)

Uno de los fundamentos del diálogo es que la parte que escucha siempre se quiere anticipar a lo que dirá el otro, pero también sabe que podrá quedar desarmado con el giro menos pensado. Con todos estos matices, el diálogo verdadero y profundo, como ocurre en Panamá, hace posible un aprendizaje y un cambio. El gesto final de Esteban, sentado a solas en la mesa de la cafetería, haciendo girar su anillo de casado hasta sacárselo para contemplarlo y apoyarlo en el platillo del café, no necesita explicación, pero sí requiere ver y escuchar al detalle toda la película.

«Panamá» (2019)

Panamá es un peldaño ejemplar en la trayectoria de Javier Izquierdo. A fin de cuentas, la conversación –la plasmación del diálogo– siempre ha marcado su trabajo de manera transversal. Sus dos obras –”Augusto San Miguel ha muerto ayer” y “Un secreto en la caja”– son documentales de ficción que recurren al diálogo solo que de una manera elíptica: una voz, la del director del documental, entrevista a distintos personajes sobre el motivo rastreado. “Panamá”, por el contrario, es una ficción sobre hechos reales, donde desaparece ese protagonismo elíptico del director y se encarna en el diálogo directo de los personajes mencionados. Este procedimiento sigue adelante y varía de nuevo. Su más reciente producción, posterior a “Panamá”, “Crimes of the future”, filmada en Noruega, también es una conversación, solo que aquí Javier Izquierdo entra por primera vez de cuerpo entero en escena y habla con cineastas nórdicos alrededor de una película basada en una novela –”Hambre” de Knut Hamsun– sobre una ciudad. Todavía habrá que esperar para verla. “Panamá”, en cambio, sugiero no perdérsela, por lo que dicen los personajes y por lo que callan también y por la manera de ver cómo se acercan, encuentran y descubren dos mundos aparentemente distintos que forman parte del mismo carril de la historia.

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