- 23 Ago 2021
Volver a sentir a Ricardo Vilca presente, vivo de algún modo, durante una hora y media
“Vilca, la magia del silencio” nos devuelve el eco que produjo Ricardo Vilca en la vida de sus realizadores. En este texto Germán Cantore, codirector junto a Ulises de la Orden, remonta las raíces de una amistad devenida en cine-homenaje.
Conocí a Ricardo Vilca en persona a fines del 2002, mientras montábamos la película “Río Arriba”, dirigida por Ulises de la Orden y editada por quien escribe. Meses antes, Ricardo se había comprometido a componer la música para ese documental, que sería su primera experiencia componiendo música para películas. No era la primera vez que yo tenía contacto con su música: ya a mediados de los ’90 había llegado a mis manos un casete de audio con los temas de su primer disco, «La magia de mi raza», así que fue toda una sorpresa descubrir que Vilca iba a crear la música para ese documental, que era mi primer trabajo profesional luego de recibirme como montajista.
Ricardo era un personaje que encantaba, un ser excepcional que parecía transitar la vida en una dimensión diferente. Tratarlo en persona, escuchar sus presentaciones en vivo y conocer Humahuaca, su lugar en el mundo, fue para mí descubrir un mundo, una sensibilidad y una cultura nuevas que me atraparon profundamente.
En el largo año que duró la edición de «Río Arriba», junto a Ulises, compartimos con Vilca distintas fases del montaje y de la composición de la música, y fuimos conociéndolo más en profundidad. Pero ya a poco de andar tuvimos la certeza que su figura merecía un documental que lo retratase en toda su dimensión. Así que buscando generar materiales de investigación que nos permitieran darle alguna forma al proyecto y conseguir financiación para llevarlo adelante, durante un agitado 2003 registramos diferentes juntadas y conciertos en Buenos Aires, como el mítico show en el ND/Ateneo que luego se convirtió en disco en vivo.
Meses más adelante, en enero del 2004, en la tranquilidad del salón de su peña en Humahuaca, registramos en video la grabación de la música original para «Río Arriba». Y así, compartiendo momentos de creación, fue creciendo la admiración y la amistad con este poeta tan particular del mundo kolla.
Durante los años siguientes, en cada viaje nuestro hacia el Norte, o cada vez que Ricardo y sus músicos bajaban a la ciudad, seguimos acopiando anárquicamente distintas grabaciones, de diferente tipo y calidad, hasta juntar unas 25 horas de material, esperando la posibilidad de poder realizar finalmente un rodaje profesional con las mejores condiciones técnicas y concretar el sueño de hacer una película con (y sobre) Vilca.
Pero en junio de 2007, Ricardo falleció repentinamente por una neumonía. Se nos fue un amigo y con él, la idea original del proyecto. Al mismo tiempo, desde entonces, esa idea germinal se convirtió en un mandato, una responsabilidad de mostrar al mundo todos esos materiales registrados a lo largo de los momentos compartidos. Con pocas certezas sobre hacia dónde llevar la historia, y buscando hacerlo viable productivamente, varias veces intentamos retomar el proyecto. Pero distintas situaciones personales, profesionales, etc. fueron posponiendo la concreción del mismo. Hasta que a mediados de 2017 decidimos materializar este anhelo conjunto, y en 2018 pudimos llevar adelante el rodaje para registrar los materiales necesarios para completar el proyecto: recorrimos distintos lugares que fueron centrales en su vida y decisivos en su música, como así también conversamos con compañeros, amigos, familiares, discípulos y muchas otras personas que fueron alcanzadas por la magia de Vilca. Entre ellas, Raúl Tolaba y Abraham Dip, quienes con absoluta generosidad brindaron su testimonio para este documental y hoy ya no están. Pero sus voces, imágenes y sus historias con Ricardo, latirán para siempre en «Vilca, la magia del silencio».
El paso del tiempo -poco más de 10 años después de la muerte de Vilca- operó de distintas formas sobre el documental: por un lado, ese material que habíamos registrado con Ricardo en vida se volvió cada vez más único y adquirió un valor enorme. No habían aparecido en esos años otros registros de su persona tan cercanos y con una calidad técnica aceptable. A su vez, la distancia del tiempo nos permitió a nosotros, y creo que también a quienes entrevistamos para el documental, una perspectiva más acabada de lo tremendamente valiosa que fue la figura de Vilca, ya no tan teñida por el dolor de la pérdida de los primeros años.
A la hora del montaje, el desafío principal fue encontrar un orden armónico para todos esos materiales (ahora de archivo) con Ricardo en vida, que habíamos ido registrando sin una idea ni un concepto claro. Las entrevistas, por su lado, nos brindaban un desarrollo cronológico más asequible y permitían una base sobre la cual trabajar el crecimiento de la estructura. En el devenir del trabajo, unos y otros elementos fueron encontrando sus relaciones intrínsecas y generando sentido de modo conjunto, a veces desde la palabra, a veces desde la música y a veces desde los sentidos.
El resultado es una película formalmente sencilla pero que busca profundidad en aquello que narra. Acercar a aquellos que no lo conocieron a este ser extraordinario y su música, y para quienes compartieron algún momento de su vida, volver a sentirlo presente, vivo de algún modo, durante una hora y media.
El documental en definitiva es una narración de la vida y principalmente de la música de Ricardo, desde nuestra experiencia en contacto con él, en esos intensos años compartidos entre 2003 y 2007. De la bohemia y las sensaciones que conocimos en esos años, en esas largas noches de peña bajo un cielo de mil estrellas. Y de lo que su música nos transmitió y transmitía a todo aquel que alcanzaba.
Finalmente, las primeras proyecciones de la película con público fueron en su provincia, en San Salvador de Jujuy, en el marco del Festival Internacional de Cine de las Alturas. La gratitud, las lágrimas, los silencios interminables cargados de emoción al final de cada proyección, fueron mucho más de lo que nos hubiéramos podido imaginar allá por 2003, cuando a poco de conocernos con Ulises empezamos a soñar con este proyecto. Hoy casi veinte años después, con una larga espera dilatada por la pandemia, anhelamos que esta obra hecha con el corazón pueda empezar a encontrarse con su público.
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