Fuerzas en colisión profunda como en una poética del colapso
  • Iñaki Moulian
  • 23 Nov 2021

Fuerzas que entran en colisión profunda, como en una poética del colapso

La política y la belleza no son excluyentes. Iñaki Moulian, director -y cameraman- de “Amargos” y “La isla y los hombres”, bucea en las profundidades de un retrato social compuesto de inmensos detalles, palabras y contradicciones.

Mis películas nacen en el contexto de una sociedad como la chilena actual, complejamente desigual y violenta. Están hechas para las personas y las comunidades que observo, todas ellas pequeños universos en estado de colapso. Como cuando estás viendo una supernova, sabes que tienes algunos microsegundos para mirar como todo muere. El cine, creo yo, tiene ese deber de registro, un documento que debe retratar una época, casi como una obligación moral y ética de evidenciar la existencia. Será por una distorsión profesional al ser historiador de formación, pues siempre veo todos los fenómenos en el contexto espacio temporal, como puntos en una larga línea de tiempo construida por la memoria. Me niego a la falacia de la inmediatez, a la pomposidad vacía del ahora.

Detrás de escenas

Pienso en mi cine como un espacio periférico, un lugar construido desde el margen, donde la cámara se ajusta a los vaivenes de la realidad sabiendo que nunca podrá tocarla. Una lucha -guardando las proporciones- muy parecida a la de los buzos de isla Guafo batallando contra las corrientes del mar. En este contexto creo que es la hora de repensar el rol social del cine y también repensar el rol social del arte en su conjunto. Vemos todos los días como la explotación neoliberal llega a diversos espacios territoriales dañando los ecosistemas y afectando a las sociedades tradicionales. Desgraciadamente la sociedad chilena no tiene ninguna sensibilidad especial para con las culturas costeras. Es más, creo que tenemos un vergonzoso desconocimiento de ellas e incluso un desdén generalizado, marcado por una colonización del centro capitalino de Santiago hacia la regiones, generándose un imaginario del chileno como “huaso” con chupalla y espuelas que ataja novillos. Como si algo de eso tuviera relación con lo que algunos llaman Chile, que también es otra falacia, construida con garrotes. Mientras eso pasa, nada, o casi nada se sabe del complejo habitar de los chonos y kaweskar, millones de años de navegaciones por las islas patagónicas.

«Amargos» (2010)

A mi me pasa que muchas cosas me sorprenden, de hecho, muchas de mis investigaciones parten desde la sorpresa. Ese es el primer punto. Muchas veces esas sorpresas nacen producto de casualidades, vas por un lugar y ves que hay en el espacio situaciones contradictorias. Un cerro gigante de astillas de madera que llena tus pupilas y que oculta la vista de los pescadores. La ilusión de una modernidad que no llega. En mi película “Amargos” (2010) hicimos una observación por tres años de un pueblo a punto de desaparecer. Una de las caletas de pescadores más antiguas de la bahía de Corral (Valdivia –Chile) era tapada por acopiaderos de chips.

«Amargos» (2010)

Astillas de madera que son el resultado de una política económica neoliberal que ha permitido la tala rasa de miles de hectáreas de bosques nativos y su suplantación por pino radiata. Nada es casualidad, nunca vendría el nuevo puerto prometido, nada de aquella promesa que hacía pensar en el auge del antiguo puerto de corral. Fantasmas, simulacros que ocultaban el despojo. Nada fue al azar… los pescadores seguían pescando aunque sabían que era una disputa perdida. Sin embargo algunos en forma estoica alzaban la voz, buscaban, dentro de sus posibilidades, soluciones. Una carta a la presidenta, el recuerdo de lo que fueron, recursos legales. Algunas de estas resistencias trajeron sus frutos. En ese contexto nosotros, con este documental, también aportamos a esa resistencia.

«Amargos» (2010)

Por otro lado, en “La isla y los hombres” (2017) nuevamente vemos a hombres de mar, buzos, ahora en un constante vaivén que revuelve nuestro universo. Pero la actitud frente a la vida es la misma, las presiones se visualizan como continuo, distintas latitudes donde el sistema económico y político entra en conflicto con la gente que las habita: los pescadores que tradicionalmente ocupan el espacio. Creo que mis documentales, en este contexto, son fuertemente políticos, en el sentido que tratan de mirar situaciones complejas, mundos que disputa o en estado de conflicto. Poderes que no vemos pero que mueven hilos ocultos. En mis películas las fuerzas entran en colisión profunda, como si fuera una poética del colapso. Pero no se engañen, la mayoría de nosotros ya perdimos, ni siquiera hemos llegado a la etapa de disputa. Son ellos, los pescadores y buzos, los que dan la pelea, los que luchan. Ellos tienen temple y libertad, saben mas que todos nosotros lo que significa vivir y morir.

«La isla y los hombres» (2017)

Hacer cine también me ha hecho pensar lo válido de los sistemas de producción establecidos dentro de la industria audiovisual actual. Últimamente pienso que la forma que más me acomoda es lo que llamo “sistema de producción variable”. Una producción que se adapta a los vaivenes de la investigación-filmación y que da la flexibilidad necesaria para llevar a cabo el proyecto con la mayor libertad posible. De tal forma que dispongo durante el proyecto de distintas formas de rodaje que se pueden ir alternando en el tiempo. Yo mismo en gran parte de mis proyectos he realizado dirección de fotografía. Creo que tener el control de la cámara en muchas circunstancias es primordial, imprescindible, pues la cámara es una forma de escritura, con todo lo que eso conlleva, ser responsable de las palabras y las frases. Mis películas siempre son cartas abiertas que se resuelven en el rodaje y el montaje. Mis guiones son eso, guías simples, precarias, inexactas que están destinadas a desaparecer en post de ir descubriendo en el mundo real, en el viaje, los verdaderos rumbos de la historia. Un ejercicio, y algunas veces una imposición para cumplir las absurdas exigencias de un formulario.

«Amargos» (2010)

Yo pienso el rodaje como un espacio de conocimiento y de libertad, por momentos inestable, donde observo el devenir de personas y comunidades, las cotidianidades que permiten entender el devenir complejo del mundo. Pienso igualmente que en mi propuesta existe una búsqueda estética de las materialidades, de los objetos como elementos culturales que pueden entregarnos señales de existencia, una suerte de arqueología cinematográfica. El objeto como develador de cultura, como símbolos de una circunstancia. Embarcaciones precarias de madera, radios básicas que tratan infructuosamente de establecer una comunicación imposible, cocinas a leña, compresores y mangueras que entregan oxígeno a algún buzo bajo el agua en Guafo. En “Amargos”, barcos que atraviesan la bahía amenazantes frente a las pequeñas lanchas como si fueran hormigas. El vidrio roto de un viejo bote nos permite mirar una bahía como si fuera un planeta que se quebraja.

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