- 03 Nov 2021
El fogonazo de una historia y la urgencia de contarla
Una peña es una celebración, un encuentro amistoso donde compartir lo que nos apasiona, lo que nos moviliza. Ulises de la Orden, obstinado viajero y documentalista, nos conduce por los senderos de una Argentina profunda y urgente.
Hoy, aquí, se puede ver todo el trabajo cinematográfico que tengo hecho. 20 años de producción. O debería decir 30, 40, 50…? Muchas veces pienso cuándo comencé a hacer Cine, cuál fue el momento inicial donde di las primeras puntadas para mis películas. Debo entonces ir a mi niñez y a mi adolescencia.
No vengo de una familia de cineastas ni de artistas. Pero se practicó en mi casa, desde siempre, el culto al trabajo, a la curiosidad y al tesón para trazarse los destinos, sin duda legado de las personas que me antecedieron, inmigrantes escapando del hambre o de la guerra. La curiosidad siempre fue el motor. Desde muy chico comencé a recorrer el país, así llegué a Iruya, en 1983 y 20 años más tarde filmé allí mi primera película. Desde los 15 años empecé a viajar, primero por Argentina y luego por la región, con mi mochila. Esas experiencias contribuyeron a la mirada y a la percepción sobre cuáles eran y son las historias que quiero contar.
La primera vez que tuve el fogonazo de una historia y la urgencia de contarla en una película documental, fue en la Patagonia, cerca de lo que hoy es el pueblo del Chaltén y en esos años era un paraje donde solo existía un puesto de guardaparques. Nada más. A un lado el peligroso río Eléctrico y al oeste, la cordillera, coronada por el cerro Torre y el Fitz Roy. Un paisaje fantástico, paradisíaco, desolado. Con mis amigos Joaquín y Nacho caminamos durante varios días por esos cerros. Arroyos, lagos, bosques, picos nevados, tormentas de aguanieve, viento. En total soledad. El guardaparque nos había indicado el camino, que él había trazado con unos trapos rojos, atados a los árboles cada tanto. Por supuesto que nos perdimos. Atravesamos la tormenta en medio del bosque y la oscuridad. Mojados, agotados y sin comer, donde pudimos armamos nuestra carpa y dormir.
Al día siguiente, al despertar, era una plácida mañana de verano, a pleno sol, en calma. Y el cerro Fitz Roy se erigía ahí nomás (un ahí nomás de muchas horas de caminata). Por supuesto que no teníamos ni equipamiento ni intenciones de escalar ninguna montaña, lo nuestro era caminar y contemplar. Así lo hicimos. Pero ese viaje nos tenía guardada una sorpresa particular: en una de las jornadas de caminata atravesamos un valle. El verano anterior había habido un incendio y allí todo estaba negro, ceniciento, tiznado. La muerte misma, en medio de tanta belleza. Esa imagen me sobrecogió.
Días más tarde, al volver al puesto de guardaparque, él nos contó que ese incendio se había debido a la irresponsabilidad de un turista, que por ignorancia o estupidez había arrojado una colilla de cigarrilo sin apagar, y eso habría desatado el incendio. Aún recuerdo la urgencia que me produjo este dato. La certeza de que había que contar esta historia sin perder un segundo. Que era necesario que todo el mundo supiera y tomara conciencia de la importancia de cuidar los bosques. Y fue la primera vez que pensé que hacer una película sobre ese tema era lo que quería hacer. En ese entonces tenía 16 años. Nunca hice esa película y esta es la primera vez que pongo sobre papel aquella historia. Esto funcionó para mí como disparador. Al final de aquel verano yo ya tenía la certeza de que quería hacer Cine, Cine documental.
Pasaron casi 20 años hasta poder hacer y estrenar “Rio arriba”. Sin embargo la vocación que se despertó en aquellos tiempos sigue empujándome a hacer cada proyecto nuevo que logro producir.
Otros 20 años me traen desde el rodaje de “Río arriba” a esta parte. En el medio hay 9 películas, todas distintas entre sí, pero desde esta perspectiva hoy puedo analizar algunos puntos en común, un trazado a la inversa, un camino que seguí solo por intuición, sin plan ni mapa.
Río arriba” fue la autorreferencialidad y la búsqueda de historias de origen, revisándolas. “Tierra adentro” quizás tiene ese mismo espíritu, en una película sumamente compleja, con una estructura coral donde se entrelazan múltiples historias a lo largo de más de un siglo de historia. “Chaco” es una experiencia de muchas manos y una especie de secuela de “Tierra adentro”. “Desierto Verde” fue mi primera experiencia contando un juicio, en una historia actual y urgente. Fue una película que nos llevó a dar dos veces la vuelta al mundo, contando la problemática del agronegocio desde el surco en nuestras pampas hasta las industrias Chinas, con las miles de cuestiones que se involucran. “Mujer entera” pone –quizás por primera vez– en escena la perspectiva del varón consumidor de prostitucion. En “Amanecer en mi tierra” vuelvo a la Patagonia, a un barrio que logró lo que ningún gobierno logra: la convivencia en armonía de Mapuches y no Mapuches. “Nueva Mente” es una película donde el título lo dice todo: hace falta cambiar la cabeza y pensar distinto y mejor el problema de los residuos urbanos. “Marea y Viento”, la educación en la naturaleza, sin forzar ni imponer, solo fluir.
La última película que acabo de estrenar es “Vilca, la magia del silencio”, un homenaje al gran maestro humahuaqueño, Ricardo Vilca, y hay una más en camino, para el año que viene, sobre un juicio histórico, un emblema de la democracia. Hay vidas, conflictos, historias distintas y variadas en cada una de mis películas. También hay continuidades. Ojalá puedan descubrirlas en esta peña de KINOA.TV
Suscríbete al Newsletter para enterarte primero de todas las novedades.